Primeras semanas en España tras este año polar. Una de las preguntas más frecuentes es “cómo está resultando la adaptación”. Uno responde casi por inercia que “rara”. Y es cierto que está siendo rara, pero quizá por motivos diferentes a los que esperaba.
Los únicos detalles que parecieron ajustarse un poco al guion de una persona recién llegada de un año en los hielos fueron algunos despistes que no tuvieron mayores consecuencias, y en el fondo me hicieron gracia por eso, porque ofrecían algo que contar sobre la vuelta y la adaptación. Los despistes, por cierto, ya los comente en Facebook, pero incluyeron echar gasolina en mi coche diésel y bloquear mi tarjeta de crédito porque me había olvidado del ‘pin’.
Pero por lo demás, todo ha sido demasiado normal. Bueno, todo no, es cierto que ha habido alguna entrevista. Estuve en un periódico, una radio y en la tele! Radio había hecho en mis tiempos de chaval, pero lo de la tele resultó algo totalmente novedoso. Fue muy interesante descubrir cómo funciona por dentro, y un poco raro, porque llegas y no te explican demasiado cómo va a ser y lo que tienes que hacer, así que como novato estas un poco despistado, pero resultó bien.
–Entrevista en ‘El Periodico de Aragon’
–Entrevista en Aragon Radio
–Entrevista en el programa ‘Sin ir mas lejos’ de Aragon TV (a partir de 1h05’50»)
Si digo que todo ha resultado demasiado normal es por otra cosa. Cuando uno pasa tiempo en un sitio termina interiorizando sensaciones, rutinas, etc. que sobreviven un cierto tiempo después de abandonar el sitio. Eso esperaba que ocurriese al volver del Polo. No sé poner ejemplos concretos. Quizá acostarme y creer que estoy en mi cama de la base, o cosas por el estilo. Eso no ha estado ocurriendo. Más bien al contrario, de repente han aflorado de manera natural las rutinas que ya tenía adquiridas aquí. El otro día volviendo en coche a casa tomé una ruta que no había tomado aún desde que he vuelto, pero no fui consciente hasta estar ya metido. La había tomado sin pensar. Estos días he llegado a tener la sensación de que si no fuera por la gente que me pregunta sobre la experiencia y las fotos que he empezado a ver con familia y amigos, la experiencia en el Polo no sería más que un sueño muy nítido. Sé que poco a poco iré saboreando todo lo vivido, pero ahora me ha resultado un poco frustrante esa falta de evocaciones más allá de los recuerdos.
Hasta que hace un par de días, según amanecía en Zaragoza y dormía plácidamente, sonó un claxon con un sonido un tanto estridente, y por una fracción de segundo estuve a punto de saltar de la cama para correr hacia mi taquilla y ponerme la equipación anti-incendios. El claxon sólo sonó una vez, y enseguida me di cuenta de que estaba aquí, en casa, pero fue tan parecido a nuestra odiada alarma en el Polo que disparó ese mecanismo inconsciente. Por fin había descubierto algo del Polo que ha logrado venirse hasta aquí en mi subconsciente. Y aunque en realidad representa alguno de los momentos más desagradables que nos tocaba vivir allí, desagradable como es en sí que te despierte el claxon de un coche en lo mejor del sueño, volví a recostarme con una sonrisa en los labios.