Crónica Carrera Pico Lenin 2015 (III). El desenlace.

Yurta
Niño Kirguiz en una Yurta

Viene de:Parte IParteII

Me cuesta recordar los nombres de cosas nuevas, sobre todo si no son castellanos. A pesar de ser sencillo, me costó grabar el de ‘Yurta, las tiendas típicamente kirguises que llevaba viendo desde el primer día. Pero no me costó aceptar la propuesta de Nicolas de acompañarle a él y sus clientes a cenar en una de ellas, cerca del campo base, al otro lado del río. Me daba algo de pereza tener que atravesar los 100m de laberinto de agua en los que no era difícil terminar con un pie mojado, y sobre todo, me pesaba la idea de invadir la intimidad de esas gentes sencillas sólo por saciar mi curiosidad. Pero el plan era muy sugerente.

Yurtas
Yurtas
Interior con estufa
Interior con estufa

Enseguida descubrí que para nuestros anfitriones aquella era también una oportunidad de romper su rutina, y con bastante menos pudor del que me había acercado yo a ellos, nos pedían los móviles y las cámaras para navegar por las galerías de fotos. No sólo las fotos del viaje, sino, sobre todo, las de nuestros países de origen. Sin televisión, aquello era lo más cercano a viajar que tenían. Sentados en el suelo de la tienda, rodeado de los niños de la familia enseguida me sentí muy cómodo, entre otras cosas, porque no tenía nada que decir, no había ningún lenguaje común con el que comunicarme salvo los gestos, y todo el peso de la conversación lo llevaba Nicolas con su escaso nivel de ruso, similar al de los propios huéspedes (su lengua es el Kirguís). Me recordaba a esas escenas de ‘Bailando con lobos’, se les iluminaba la cara cuando conseguían entenderse mutuamente y repetían la palabra en cuestión, ‘¡tatanka!, ¡tatanka!’. De lo poco que pude comprender fue muy revelador descubrir que el joven padre de familia preguntaba a Nicolas algo que creí asociar con peligro o violencia. Nuestro amigo preguntaba por la vida en Europa, y desde la distancia, la imagen que él tenía era la de un lugar peligroso. Y me resultó muy curioso porque uno de los miedos que yo tenía antes de viajar a Kirguistán era precisamente la seguridad. Pero para esta joven familia de dos hermanos con sus respectivas mujeres y niños, la seguridad habitaba en la tranquilidad de los pastos de alta montaña y en sus yurtas. Me tocó muy profundamente esa revelación, nosotros somos los que temen aquellos a quienes tememos, somos los otros.

La cena
La cena

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Viendo fotos en el móvil
Viendo fotos en el móvil

Las mujeres y la hija mayor fueron sirviendo la cena en el suelo, pero no se sentaron con nosotros. Era una situación algo incómoda para un occidental, pero ver al pequeño de la casa sentarse y tomar un bol con gran agilidad fue algo profundamente tierno.

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La higiene no falta aunque los medios sean menos sofisticados de lo que estamos acostumbrados.

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Después de la cena nos invitaron a quedarnos a dormir. Los clientes de Nicolas quisieron volver al campo base, pero Nic y yo decidimos quedarnos y prolongar esa convivencia. De nuevo fueron las mujeres quienes recogieron la cena y sobre ese mismo lugar extendieron las mantas que sirvieron de cama. El olor del humo de la estufa empezaba a penetrar y fijarse en mis neuronas, pero la noche fue muy cómoda. En esos momentos de recogimiento no pude evitar que volviesen recurrentemente sobre mí las imágenes de la carrera. Aún me estaba lamiendo las heridas. La ceremonia del día anterior en el campo base había sido emotiva, pero agridulce. Aunque el objetivo deportivo no era lo más importante, había llegado en muy buena forma y no pude evitar pensar que se me había escapado un pódium no excesivamente difícil en una prueba tan emblemática.

Nicolas.
Nicolas.
Parte de la familia que nos acogió.
Parte de la familia que nos acogió.

La Carrera

Línea de salida
Línea de salida
Con el desayuno en la boca.
Con el desayuno en la boca.

Quizá la tensión por todo lo ocurrido desde mi llegada y durante la aclimatación rebajó mi ambición respecto a la carrera. Todo los esfuerzos de los meses anteriores se resumían en ese momento, pero me dio algo de pereza levantarme a las 3am para empezar con todo el ritual de vestirme. Agoté la cinta americana sellando las zonas de los tobillos y dejé una minúscula mochila preparada con algo de ropa. Fui a desayunar un tanto despreocupado de la hora. Había perdido el reloj en alguna de las marchas de los días anteriores así que me sobresalté cuando oí que llamaban a la salida en 5min. Estaba todavía con la comida en la boca, salí corriendo para ponerme el arnés y ya estaba todo el mundo en la línea de salida, es decir, mis 13 compañeros de aventura. No me dio siquiera tiempo a recoger los crampones en la mochila. Pensé que podría correr con ellos en la mano sin problema los 15 o 20 minutos que había hasta el inicio de las primeras rampas por el glaciar. Con las prisas me olvidé el SPoT, el equipo de seguimiento por satélite al que había puesto pilas nuevas la noche anterior. Eran las 4am y mis amigos españoles ¡se habían levantado para animarme! ¡Muchísimas gracias!

VÍDEO PREVIA CARRERA

Preparativos
Preparativos
Preparados...
Preparados…

La salida fue una de las más frenéticas que puedo recordar en una carrera. Salíamos para correr por la montaña durante muchas horas, ¡pero aquello parecía un 1500m! A los 5min intentando seguir a la cabeza empecé a notar ese sabor metálico en las encías tan característico de las pruebas de mediofondo. Para quien no lo haya experimentado, el ácido láctico me salía por las orejas. Era una locura. Decidí olvidarme de la gente e ir a mi ritmo, y así, poco antes de llegar a la zona de ponerse los crampones, había alcanzado ya al 4º o 5º. Paré con calma para fijar bien las correas y a los pocos minutos volví a alcanzarlo. Para mí, empezaba ahí la carrera, era el momento de remontar poquito a poco. Sin embargo, no llegué siquiera a adelantar. Uno de los crampones se me había soltado, así que decidí parar tranquilamente a fijarlo de nuevo.

Me quedé muy rezagado, así que volví a emprender la marcha algo nervioso y acelerado. Era todavía de noche y sólo veía un pequeño círculo a mi alrededor. De repente me di cuenta de que había perdido la traza y me encontraba en medio de una zona de grietas. Tuve que respirar hondo y tomármelo con calma. Aun así, antes de la primera rampa importante y de la grieta que había sido cubierta por el alud, ya me encontraba de nuevo 5º o 6º. Veía al resto no muy lejos, pero volvió a soltarse un crampón. Esta vez decidí no parar y seguí con él en la mano. Era muy incómodo, pero creo que no me retrasaba excesivamente. A pesar de mis esfuerzos, no pude recortar terreno.

Llegando al avituallamiento del C2.
Llegando al avituallamiento del C2. cortesía organizacion.
Jueces en C2.
Jueces en C2. Cortesía organización.

Algo antes del campo 2 a 5300m empezó a amanecer, pero absorto en cada paso casi no fui consciente. Unos gritos de ánimo me sacaron de mi trance. ¡Eran los malagueños! Habían madrugado mucho para aprovechar la nieve dura y a pesar de ser las 6am bajaban hacia el campo 1. Habían decidido renunciar a la cumbre. El encuentro me dio el empuje que necesitaba para superar la última rampa hasta el avituallamiento del campo2. Allí me senté, bebí algo de té, comí y decidí volver a colocarme los crampones con total calma. Sabía que la gente de delante no iba excesivamente lejos y quedaba mucha carrera. Aún creía en mis opciones. ‘De aquí salgo disparado y los pillo’, me decía. Me había adelantado Nadya durante el descanso y pensé que sería una buena referencia.

Saludando a los malagueños antes del C2.
Saludando a los malagueños antes del C2. ¡Gracias Toñi!

La salida del C2 es una rampa fortísima que te deja en una loma a 5600m. En esa rampa pude comprobar que la falta de aclimatación empezaba a notarse. Ya no iba tan fresco como al principio y al llegar a la loma vi a Nadya muy lejos. Sufrí muchísimo para llegar a la base de una nueva rampa de 300m que hay justo antes del C3. Decidí sentarme de nuevo y creo que comí algo. Se me había vuelto a soltar un crampón y paré para guardarlo en la mochila además de coger aire. Aunque había probado los crampones de correas el día anterior (recordad que no me dejaban correr con los míos finos hasta meta y me dejaron unos de correas), el cubrebotas suponía una superficie demasiado deslizante y se me soltaban continuamente, una pena. En la espera me adelantó la segunda chica y salí detrás de ella. El ritmo era cómodo, pero al intentar salirme de la traza para adelantarla me quedaba clavado en la nieve. Fui incapaz de adelantar hasta el final de la rampa donde la pendiente se suaviza antes del C3 (6100m). Allí de nuevo volví a sentarme, bebí, comí y descansé un poco. Estaba algo aturdido por la altitud, pero el ritmo algo más relajado del último tramo me había hecho recuperar aliento. No sé si mi capacidad de razonamiento empezaba a fallar, pero una parte de mi seguía pensando que quedaba mucha carrera y que aún podía remontar. Eran las 8am. Me había costado 2h llegar al C3 desde el C2. El pódium estaba ya a más de media hora. La realidad era que lo único a lo que podía aspirar era a terminar dignamente. Pero salí con ganas, y con esperanza todavía de remontar.

Descansillo antes de la rampa que lleva al C3.
Descansillo antes de la rampa que lleva al C3. Foto tomada a la bajada.
Amaneciendo en el C3.
Amaneciendo en el C3. Cortesia organizacion.

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Simeon llegando al C3.
Simeon, primer clasificado y ganador varias veces de la prueba, llegando al C3. cortesia organización
Simeon en C3
Simeon en C3. Cortesía organización.
Slava llegando al C3.
Slava, segundo clasificado llegando al C3. Slava trabajaba como porteador en la zona. Cortesía organización.
Sí! en camiseta desde la salida!
¡Sí, en camiseta desde la salida! Cortesía organización.

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Nadya llegando al C3
Nadya llegando al C3. Cortesía organización.
Yo asomando por el C3
Yo asomando por el C3. Cortesía organización.
Llegando al C3
Llegando al C3. Cortesía organización.
Avituallamiento en C3
Avituallamiento en C3. Cortesía organización.

El primer tramo después del C3 es una bajada de unos 100m que hice corriendo y recorté la distancia con la segunda chica, que me había adelantado de nuevo mientras descansaba en el C3. Al llegar al collado en el que comienza la última rampa de 400m hasta el C4, que en este caso era también la meta, empezó a soplar bastante viento. Hasta ahí había ido muy ligero de ropa (luego descubrí, ¡que no tanto como Slava!), pero tuve que parar de nuevo a abrigarme. ‘Un nuevo parón’, pensé, ‘pero bueno, ahora alcanzo a la chica’.  Y eso fue todo, porque al reanudar la marcha, la realidad cayó con todo su peso sobre mí. A más de 6000m y con una aclimatación muy escasa, mi mente quería correr, pero mis piernas no podían casi moverse. Hice unos tímidos intentos de acelerar la marcha y recortar la distancia que tenía con Anna, pero por encima de un cierto ritmo, el corazón se me desbocaba y la cabeza me daba vueltas y terminaba dando tumbos. Comprendí que mi lucha estaba conmigo mismo y que superar aquella rampa infinita iba a ser el verdadero reto para mí. Me había preguntado cómo sería respirar a esas altitudes. Y no es que te falte el aire. Respiras más o menos igual que a nivel de mar, pero no llega oxígeno a tus músculos. El único combustible que tienes para moverlos es tu fuerza de voluntad. Sentía que me dolía todo. Como cuando tienes una gripe que no puedes ni moverte de la cama. ¡Cada paso te exige un esfuerzo sobrehumano! Todo mi cuerpo era plomo. No disfruto del sufrimiento, no soy particularmente masoquista; sé que hay una cierta épica en el sacrificio, pero a mí me gusta disfrutar de lo que hago. Ahí estaba sufriendo como un perro, sufriendo como nunca. Podía haberme parado, pero estaba ahí. Había decidido que quería llegar. O tal vez no lo había decidido, era más bien un impulso.  Quería llegar y ese deseo fue más fuerte. Aquello se prolongó casi dos horas. Yo caminaba, pero sentía que estaba parado. Como cuando nieva dentro de un coche, que al final no sabes si avanzas o estas parado. Yo ya no sabía si avanzaba o no.

La rampa anterior al C4 vista desde el C3.
La rampa anterior al C4 vista desde el C3.
C4. Meta.
C4. Meta.

Cerca del final me crucé con algunos que ya descendían. Aquello fue un pequeño golpe. Estaba abstraído en la intimidad de mi propio sufrimiento pero que me viesen así me dio algo de pudor. Creo que de la rabia solté alguna lagrimilla. ¡Joder! ¡Venga! ¡Tú puedes! ¡Ya no queda nada! Estaba en una zona especialmente empinada que requería todo mi esfuerzo, no sólo de piernas, sino de brazos ayudado por los bastones. Mi olfato de años en el monte me decía que detrás de aquello las rampas se suavizaban, tenía que echar el resto. Lo que no sabía era si el C4 estaba al final del tramo más o menos llano que seguía a esa rampa o al principio. El cielo fue cubriendo un mayor porcentaje de mi campo visual a la vez que avanzar se hacía más fácil. Estaba llegando al final. Al asomar a lo alto de la loma pude ver una tienda y unos banderines prácticamente delante de mi. Tenía que ser la meta, ¡pero no había nadie! No quería que no quedase registrada mi llegada, así que lancé un grito mientras me echaba a correr espoleado por un repentino arranque de euforia. Lo había conseguido, ¡META! Eran las 10am. ¡6h para 2000m de desnivel! Agotado, aturdido, pero eufórico. El día era sensacional y las vistas espectaculares. Aparte de los dos jueces, no había nadie. El resto había descendido o continuado hacia cumbre. Yo en mi estado no podía continuar y lo sabía, pero por si acaso los jueces me lo recordaron y eso me jodió un poco.

Vídeos de la llegada cortesía de la organización:

VÍDEO LLEGADA Simeon

VÍDEO LLEGADA Slava

VÍDEO LLEGADA Nadya

VÍDEO MI LLEGADA

Ubicación del C3 en la loma de enfrente.
Ubicación del C3 en la loma de enfrente desde la zona de meta.
Vistas hacia el Pamir. Se aprecia el Pico Comunismo.
Vistas hacia el Pamir. Se aprecia el Pico Comunismo.
Vista desde meta hacia cumbre.
Vista desde meta hacia cumbre.

Después de reponerme continué unos metros para disfrutar del entorno y grabar algunas imágenes. Al girarme vi que estaban retirando los banderines. ¡Había sido último! Quería dejar constancia del momento, pero según apreté el ‘rec’ sentí que no era capaz de pronunciar palabra. Tenía un nudo en la garganta. No sé si era simplemente por el agotamiento o las emociones acumuladas de todos esos días, pero la intensidad del momento me hizo romper en lágrimas, y no soy de lágrima fácil.

VÍDEO declaraciones en meta

Anna y Nadya en el C3.
Anna y Nadya en el C3.
Descendiendo, C2 visible abajo a la derecha.
Descendiendo, C2 visible abajo a la derecha.

Al poco vi regresar a Nadya y Anna, que se habían dado la vuelta un poco más arriba, y con ellas emprendí el descenso primero al C3 y luego al C2. El día seguía siendo espectacular. En el C2, que se conoce también como ‘la sartén’, el calor era casi de playa. Tocaba encordarse para atravesar el tramo peligroso de grietas. De subida, las condiciones de la nieve habían sido perfectas, pero a esas horas y con ese sol, la nieve estaba ya muy blanda y los puentes en algunas de las grietas muy inestables. Me encordé con Nadya y emprendimos la bajada. Saltando por encima de las grietas no podía evitar pensar que en realidad si cualquiera de los dos caía en una, lo más probable era que nos precipitásemos los dos. En el mejor de los casos podría frenarse la caída, pero nunca rescatar al otro, dado que no teníamos ningún elemento de seguridad ni piolet. Alcanzamos rápidamente la base del glaciar. Allí nos desencordamos, me quité los crampones y seguí a mi ritmo, es decir, más lento que Nadya. Eran las 16h cuando llegaba al C1, el punto de salida. Habían sido 6h de agónica subida y otras 6h de bajada más relajada. A pesar de mi sensación de relativo fracaso, fue agradable recibir la medalla de ‘finisher’ y las felicitaciones del campo base. El resultado podía no ser el mejor, pero la experiencia había colmado con creces las expectativas. Esa noche cené doble ración acompañado de mis amigos españoles y me acosté agotado y satisfecho. Al día siguiente emprendimos juntos un bucólico descenso al campo base para asistir a la ceremonia de entrega de premios.

Parte baja del glaciar. Se acabó el peligro!
Parte baja del glaciar. ¡Se acabó el peligro!
Finisher!
Finisher!
Así se queda uno después de 12h arriba y abajo por el monte.
Así se queda uno después de 12h arriba y abajo por el monte.
La clasificación.
La clasificación.
Con el grupo de Valencianos en el C1.
Con el grupo de Valencianos en el C1.

Postcarrera

La ceremonia de premiación en el campo base fue sencilla pero emotiva. Como digo, para mi fue algo adridulce, pero me sentí muy afortunado de compartir esos momentos con todo el equipo de la carrera. Yo era el único extranjero, sólo Valery y Nadya hablaban inglés. El director me invitó a participar en la carrera del Elbrus que organizan también ellos en Mayo. En ese momento no estaba para pensar en más carreras, pero sería un placer volver a encontrarme con ellos. Quién sabe, tal vez una futura edición…

Foto de familia.
Foto de familia.

Al día siguiente de la noche en la yurta tuve que subir al campo 1 para recuperar algo de material que había dejado allí. Fue un paseo de despedida. Tenía una semana todavía antes de volver a España, pero la peligrosidad de la ruta me convenció de que lo mejor era dedicar esa semana a hacer turismo por el país. Me ratificó descubrir que había vuelto a caer un alud en la única zona en que no había caído aún ninguno. Conversando con gente en el C1 comentaban que en el fondo era una buena noticia, porque significaba que esa zona estaba más descargada. Era una forma de verlo. Y me alegré mucho de saber que la temporada se cerró sin accidentes, y mucho más de saber que finalmente Nadya y Valery, mi amigo ruso, pudieron hacer cima unos días después. Pero para mí el Lenin se había acabado, y saber que era capaz de renunciar a una cumbre tan jugosa y regresar, aunque fuese con una espinita clavada, fue una victoria.

Tocaba volver a Osh. En teoría iba a ir en el servicio de después de comer. Ya estaba montado en la furgoneta cuando Gia me dijo que había gente que necesitaba llegar a tiempo para su vuelo y que debía esperar al servicio de la tarde. Me fastidió un poco pero lo entendí. El servicio de la tarde se iba retrasando pero todo era decirme que a media noche como mucho estaría en Osh. Cenamos y el servicio no llegaba. Finalmente, eran las 21h o las 22h cuando nos montábamos, ¡para un viaje de 8h! Estaba bastante contrariado, pero para rematar la despedida, a los pocos minutos recogimos un grupo en otro campo base cercano. Me sorprendió ver subir a un hombre de cierta edad con sangre en la camisa y ayudado por sus amigos. La sorpresa se transformó en estupefacción al descubrir que estaba borracho. Si ya venía yo caliente, me sentí profundamente indignado por tener que soportar sus impertinencias. Sentado detrás de mí terminó por darme un manotazo involuntario en la cabeza. Le pedí a su amigo que se hiciese cargo del personaje, pero descubrí que en el fondo los amigos iban sólo algo más sobrios. Pensé que iba a ser un viaje infernal, pero ‘sólo’ tardaron una o dos horas en empezar a dormir la mona. No revelaré la nacionalidad, que por su acento, podemos situar en el norte de Europa, pero manda huevos que desde algunos países se nos den a veces lecciones de civismo. Finalmente a las 5am llegué al hotel, no recuerdo ya si más cansado o cabreado.

Al día siguiente, aún con el cabreo, escribí a ak-sai porque el servicio incluía noche y desayuno, pero al haber llegado tan tarde, evidentemente no pude llegar al desayuno y pensé que merecía una compensación. No conseguí nada, y algo frustrado pregunté si al menos podían buscarme un plan para visitar alguna zona cercana a buen precio. Me dijeron que acudiese a ‘Arslan Bob’. Por el nombre pensé que sería algún agente allí en Osh. La conversación debió de resultar un tanto absurda, porque al poco, y no sé bien cómo (ni siquiera sabía exactamente cómo se escribía eso) descubrí que Arslanbob es una población turística famosa por sus bosques de nogales que eran muy reconocidos durante el esplendor de la ruta de la seda. Maravilloso, pero vamos, que tenía que apañarme para ir yo solo, o pagar una pasta por un `paquete’ turístico.

Primera comida en el hotel.
Primera comida en el hotel.

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nuddles
nuddles

Para no perder el día salí a pasear y visitar el bazar. El mercado de Osh es uno de los más antiguos del planeta con unos 3000 años de antigüedad, por eso sorprende la mezcla de productos exóticos con productos mucho más modernos. El caos que descubres al entrar es total, pero pronto identificas zonas muy bien delimitadas, alimentación, ropa, herramientas, productos de hogar, de higiene o incluso jugueterías. La vista tarda en adaptarse. Al principio ves una única callejuela angosta. Al rato esa vía principal se ha transformado en una avenida y comienzas a descubrir recovecos por los que apenas pasa una persona, pero que te permiten descubrir todos los rincones del mercado una vez que superas el miedo a meterte por ellos.

Bazar de Osh.
Bazar de Osh.

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Mercado de Osh
Mercado de Osh
No te alegra descubrir que esa carne huele igual que la que has estado comiendo durante dos semanas.
No te alegra descubrir que esa carne huele igual que la que has estado comiendo durante dos semanas.
La calle Serrano de Osh.
La calle Serrano de Osh.
Lo pone claramente, Filarmonica.
Lo pone claramente, Filarmonica.

Atrapado desde el primer día por la silueta de una pequeña montaña que domina la ciudad me guié instintivamente por la calles para intentar llegar hasta ella. La montaña de ‘Suleiman Too’ es el único monumento Patrimonio de la Humanidad en Kirguistán y uno de los lugares de peregrinación del mundo islámico, pero yo eso no lo sabía, sólo me empujaba mi atracción por las atalayas. Desde arriba, la vista sobre Osh y el valle de Fergana hasta la cercana Uzbekistán era sobrecogedora. A pesar de las chanclas que llevaba me quité el gusanillo haciendo un poco el ‘cabra’ por los riscos de la montaña hasta que llamó mi atención un sonido lejano. Era la llamada a la oración característica del mundo musulmán.

La montaña de Suleiman Too.
La montaña de Suleiman Too.

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Mezquita vista desde la montaña de Suleiman Too.
Mezquita vista desde la montaña de Suleiman Too.
Montaña de Suleiman.
Montaña de Suleiman.

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Oquedades en la montaña de Suleiman.
Oquedades en la montaña de Suleiman.

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Cementerio musulman.
Cementerio musulman.

Al día siguiente, aún sin haber decidido qué hacer, me topé cara a cara en el buffet del desayuno con un rostro familiar. La última vez que había visto a esa persona había sido 20 años atrás durante mi viaje iniciático recorriendo la transpirenaica en solitario (había comenzado con un tío pero a partir de la primera semana tuve que continuar solo). Fernando Garrido era, es, un ídolo de juventud. Había batido el récord de permanencia en altura aguantando nada menos que 2 meses en la cumbre del Aconcagua y había ascendido al Cho Oyu en invierno. Sus relatos alimentaron mis sueños de aventura durante aquellos años. Me presenté y pude compartir un rato agradable con ellos. Estaba guiando a un grupo madrileño precisamente al pico Lenin. Me presentó a un amigo local que enseguida me informó sobre las opciones para ir a Arslanbob. Unos minutos después tenía ya reservado un taxi de confianza. Ha sido muy triste descubrir a mi regreso que uno de los miembros del grupo de Fernando falleció en el campo 1 de un fallo cardiaco. A la triste noticia para sus allegados se sumó el calvario de la repatriación del cuerpo.

Camino a Arslanbob.
Camino a Arslanbob.
Puestos de sandías por todas partes.
Puestos de sandías por todas partes.

Conducir por un país como Kirguistán se reveló casi tan arriesgado como subir al pico Lenin. Con un parque automovilístico totalmente heterogéneo, con vehículos modernos y otros totalmente destartalados, los adelantamientos son una constante y, siempre que la carretera sea mínimamente ancha, no importa si viene o no alguien por el carril contrario, se adelanta y punto. Al rato te acostumbras, más o menos.

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Arlslanbob es uno de los centros del turismo interior de Kirguistán. Uno esperaría una especie de Chamonix asiático, pero baste por imagen decir que su plaza principal, donde me dejó el taxi, ni siquiera está asfaltada. Subiendo por una calle embarrada debía encontrar la oficina de turismo. Una puerta metálica con un cartel escrito a mano no daba mucha confianza, pero una vez dentro mi sorpresa fue encontrar a alguien que hablaba perfectamente inglés. Al poco tiempo había elegido una casa rural de las que ofrecen en su catálogo y mientras esperaba a que me viniese a buscar el casero pude disfrutar de un generoso té. Aquél lugar me recordaba, salvando las distancias, a mi pueblo durante mi niñez, casas con sus corrales para los animales, acequias flanqueando las calles de tierra y niños corriendo despreocupadamente por las calles, y curiosos con la novedad que suponen un extranjero. Definitivamente aquello es lo más parecido a viajar en el tiempo. Antes de cenar pude salir a dar una vuelta con un americano que se hospedaba también en la casa. Fuimos al bazar, mucho más modesto que el de Osh.

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Cascada en Arslanbob
Cascada en Arslanbob

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Casa rural en Arslanbob
Casa rural en Arslanbob

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Al día siguiente fui a visitar un par de cascadas. El lugar acoge bastante turismo local, pero no demasiados extranjeros que, como digo, son el centro de atención, no solo para los más pequeños. Cuando entienden que eres español lo primero que mencionan es a Xavi e Iniesta. Un chaval joven algo más atrevido que los demás me pidió sacarse una foto conmigo, como si fuese un futbolista famoso. Pude entender que era de una población cercana, Jalalabad y me dio su teléfono. Casualmente yo tenía intención de parar de regreso a Osh allí para visitar la ciudad.

A la mañana siguiente, algo más confiado y habiendo preguntado en la oficina, en lugar de volver en taxi, volví en bus, lo cual resulta unas 10 veces más barato y aproximadamente un número similar de veces más incómodo, pero sin duda más pintoresco. Volví a sentir un cierto golpe ‘nostálgico’ al ver vomitar a una criatura que viajaba con su madre o abuela. Ya no vomitamos aquí en los viajes. Será cosa de las carreteras.

Como no tenía ni idea de cómo moverme en Jalalabad fui a la oficina de turismo y les di el teléfono de mi amigo. Para mi sorpresa, a los 10 minutos estaba allí con su coche y aunque no había forma de entendernos, me llevó a visitar un balneario a las afueras de la ciudad y después a comer al mercado donde pude descubrir que tiene un puesto de zapatos. Después pensé que igualmente podía haberme llevado a un descampado y descuartizarme, pero Sanjar fue un gran anfitrión. Fue un gesto que me conmovió especialmente y que le agradezco profundamente.

Mercado de Jalalabad.
Mercado de Jalalabad.

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Con Sanjar en su puesto de zapatos.
Con Sanjar en su puesto de zapatos.

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Cuando creía que mis aventuras tocaban a su fin, aún tuve tiempo de sorprenderme en la estación mientras esperaba a volver en taxi a Osh. Al llegar a la estación se había ofrecido alguien a llevarme muy barato, pero le pedí un momento para ir al baño. Por unos pocos soms te daban un trozo de papel antes de entrar. Al pasar a los excusados pude ver tres agujeros totalmente expuestos, como si de urinarios públicos se tratara. Agradecí tener que vaciar sólo la vejiga y me pregunté cómo sería tener que hacer aguas mayores allí. Un leve gruñido me puso sobre alerta y me hizo temer que no iba tardar en descubrirlo. Debería haber pasado de largo, pero la curiosidad morbosa fue más fuerte. Según salía giré mi cabeza lo suficiente como para descubrir a un hombre joven agazapado sobre el agujero, con los pantalones bajados y todo colgando, concentrado en tan cotidiana tarea. Aquello fue tan aterrador como cómico y es, para bien o para mal, una de las instantáneas que han quedado grabadas en mi retina de tan maravilloso viaje. En honor de la memoria del, por otro lado, anónimo protagonista, debo decir que no estaba mal dotado por la naturaleza. Todavía medio en shock salí corriendo hacia el taxi por miedo a que se hubiese escapado con mi equipaje solo para descubrir por qué me había salido tan barato. Yo tan sólo había comprado un asiento y había que esperar a que se llenase el resto del taxi antes de salir. Casi una hora después emprendíamos por fin viaje a Osh.

Al llegar al hotel un gibraltareño se enfrentaba al mismo problema que había tenido yo a la llegada. El ciclo de la vida. Igual que yo había sido consolado por otro que había sufrido lo mismo, me encontraba yo aconsejando al nuevo desafortunado, como si fuese ya un experto en equipajes perdidos. Aquel episodio me recordó que mi viaje tocaba a su fin.

Goodbye Kirguistán!
Goodbye Kirguistán!

A la mañana siguiente sobre las 5am me llevaron al aeropuerto. No había tenido suficiente con perder el reloj, la navaja suiza, deshacerme de mis botas de alta montaña, perder y encontrar las gafas. No. Me tuve que olvidar las gafas en el taxi. ¿Podía pasarme algo más? Pues sí. Justo después de pasar el control y facturar el equipaje, un agente joven y bastante serio me llamó a una zona apartada. Me acordé de la llamada de atención a mi llegada al país por hacer fotos. ¿Qué era esta vez? A pesar de haberme deshecho de todo lo posible, tenía exceso de equipaje. Saqué las botas que había usado en la carrera y alguna cosa más que puse en el de mano. Y ya puestos, ofrecí las botas al agente. No sé si eso le ablandó, pero sí rompió el hielo. Así que empezó a hablar. Y para cuando me quise dar cuenta,…”ah! España! Xavi, Iniesta! ¿Te gusta el fútbol?”. Joder, no, no me gusta el fútbol, pero la próxima vez que vaya a Kirguistán voy a llevar una maleta sólo de camisetas de la selección y voy a inventarme una historia en la que de pequeño jugaba con Iniesta pero una lesión me apartó del fútbol. Lo cierto es que el agente fue amabilísimo a partir de entonces. Quién lo iba a decir, ¡gracias, Iniesta! La cosa no quedó ahí. Una vez en mi asiento del avión, apareció mi amigo en el pasillo y le pregunté si había visto mis gafas. Había descubierto en ese momento que no las tenía. Sólo eso, lo juro. Pero un instante después el tío me estaba pidiendo que lo acompañara… ¡a primera clase! Estaba flipando, y me sentía fatal. Naturalmente aquello era injusto para el resto de pasajeros, era un trato de favor, pero pude descubrir que no soy tan íntegro como para rechazar tal ofrecimiento. Recordadme que no acepte nunca un cargo político. Con un cierto cargo de conciencia y disimuladamente me puse en primera. Mi amigo incluso me trajo las cosas que me había dejado en el respaldo de mi otro asiento y me dio su contacto, ‘si vuelves a Osh avísame y te hago de guía por la ciudad’. Tenía los ojos como platos. No creo que las desgracias te den puntos para canjear después, pero tal cómo había ido el viaje, aquello me supo a premio. Fue un vuelo de primera, con menú de primera. Además iba casi sólo, me pasé todo el viaje a Moscú saltando de asiento en asiento para mirar por la ventana y disfrutar de las estepas de Kazajistan con su desecado Mar Caspio. Un simpático broche de oro para un viaje inolvidable.

Menú de primera :)
Menú de primera 🙂

Han pasado ya unos meses. No me imaginé que iba a tardar tanto en terminar esta crónica, que se ha convertido casi en un libro. Los recuerdos se difuminan, pero sigue muy presente el miedo que pasé durante el alud, la emoción de la llegada a meta, los buenos momentos con mis amigos españoles o en la yurta con Nicolas y mis breves pero intensas visitas por Osh, Arslanbob y Jalalabad. Estoy lesionado. Llevo ya tres meses sin entrenar. Recuerdo que cuando estaba gestando el reto tuve un esguince fortísimo y supe que iba a recuperarme y a volver con todas las ganas. No sé cuándo volveré ni qué será lo siguiente, pero mi cabeza sigue maquinando…

Por cierto, a la vuelta descubrí que no podía recuperar los tracks del SPoT. Sólo tengo guardado el tramo entre el CB y el C1 que grabé el último día con el móvil. Aquí os dejo unos mapas. Sorprende la cantidad de campos base de las diferentes agencias que operan en la zona.

Ruta CB-Cumbre con los campos resaltados. En negro lo que me falto hasta los 7134m del Lenin!
Ruta CB-Cumbre con los campos resaltados. Flecha roja: Meta de la carrera. En negro la ruta de la carrera.
Tramo CB-C1. casi 12kms.
Tramo CB-C1. casi 12kms.
campo base
campo base

Aunque seguro han quedado cosas en el tintero, esto es todo lo que dio de sí mi aventura en el Lenin. ¡Muchas gracias por acompañarme hasta aquí! ¡Hasta la próxima!

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