Después de una semana bastante intensa termino más o menos la primera temporada de charlas aproximadamente un año después de las sesiones de videoconferencia que mantuve desde la base. Han sido más de 30 charlas en colegios, institutos, asociaciones y jornadas varias, con una asistencia de más de 2500 jóvenes y no tan jóvenes. Ha sido muy interesante, he aprendido mucho y conocido a mucha gente, así que espero poder seguir al curso que viene.
Ya habrá tiempo de hacer balance, pero ayer en una de las últimas charlas me ocurrió una anécdota. No es raro que alguien te pregunte para qué sirve eso de estudiar los neutrinos. Es difícil dar una respuesta breve. Intentas explicar el interés de observar el Universo de una forma que jamás hemos observado. Intentas explicar que la tecnología que disfrutamos hoy se nutre de la investigación básica de las décadas y siglos pasados y se puede recurrir a ejemplos paradigmáticos. A pesar de todo puede haber quien siga pensando que saber de dónde viene un neutrino carezca de interés y sobre todo, que gastarse 300M$ en eso es mucho dinero. Para ponerlo en perspectiva ya colgué en una entrada anterior costes similares en otros ámbitos. Ayer puse de ejemplo uno de los más impactantes; eso es lo que costaba, según las estimaciones, la guerra de Irak al día! Lo que no estaba preparado era para oír la respuesta: “bueno, al menos en las guerras se mata gente”.
No quiero sacar la respuesta de contexto. Posiblemente esta persona no pretendía afirmar que matar gente fuese algo bueno. Quizá quería expresar que detrás de una guerra es capaz de reconocer motivaciones muy humanas (matar al ‘malo’, conquistar un territorio, etc). Es muy sintomático que sin embargo no reconociese como algo humano la curiosidad y la necesidad de dar respuesta a cuestiones fundamentales del Universo. En alguien de una cierta edad podemos pensar que es una lástima que no pueda disfrutar del placer que supone descubrir y conocer un poco mejor cómo funciona la Naturaleza, pero al fin y al cabo, seguro que hay muchas cosas que yo estoy dejando de disfrutar porque no me gustan. Sin embargo, lo tenemos chungo si esta misma falta de curiosidad se presenta entre nuestros jóvenes, o entre nuestros políticos. Tenemos que seguir trabajando por hacer más visibles las aplicaciones prácticas de la ciencia básica, pero si no conseguimos despertar el amor por descubrir y por el conocimiento en sí mismo, la ciencia básica siempre estará supeditada a las aplicaciones directas que pueda producir. Por supuesto, es más que deseable que la ciencia básica produzca aplicaciones y de hecho, las produce! Ayer, durante unas jornadas que celebra anualmente el departamento en el que trabajo actualmente, me sorprendió descubrir que justo al lado tengo gente aplicando ciencia básica a problemas muy tangibles como terapias contra el cáncer o regeneración del sistema nervioso. Pero sigue habiendo disciplinas que no tienen una aplicación inmediata salvo el responder preguntas que creemos son importantes para entender mejor cómo funciona el universo. La física de partículas, de astroparticulas o la cosmología, junto con la física teórica o las matemáticas, son algunas de estas disciplinas, pero seguro que muchos investigadores en campos muy diversos se enfrentan a menudo a esa pregunta de “¿y eso para qué sirve?”. Una visión demasiado utilitarista de la ciencia siempre va a dañar estas disciplinas que a veces ofrecen resultados sólo al cabo de décadas. Pero no olvidemos que hoy en día existen técnicas de diagnóstico médico que hacen uso de antimateria!
Naturalmente, los recursos son limitados, por eso las agencias de financiación estudian los proyectos para apoyar aquello que se cree puede tener un mayor potencial científico (la realidad siempre es un poco diferente), pero es importante que convenzamos a nuestros políticos de que la ciencia básica necesita apoyo a largo plazo. Hace tiempo que vengo pensando que sería muy interesante recopilar toda la ciencia básica que hay detrás de cualquier dispositivo tecnológico que utilizamos hoy en día (dispositivos que usamos a diario, que generan puestos de trabajo y dinamizan la economía). Daría seguro para varios volúmenes.
Por supuesto, no sólo hay gran cantidad de ciencia básica, también muchísima ciencia aplicada, ingeniería y mucho más! No debe parecer que defender la investigación básica significa renegar de todo lo demás. En esta sociedad un tanto bipolar necesitamos buscar amigos y enemigos, saber quiénes son los buenos y los malos, ¿a quién quieres más? ¿De qué equipo eres? Incluso los físicos experimentales bromean con los teóricos y los teóricos recelan de los experimentales. Tal vez tiene que ver con esos cuentos que escuchamos de niños donde todo es blanco o negro, los malos malísimos o las princesas buscan príncipes azules (¿qué decepción verdad chicas?) y uno siempre está en el lado bueno. Porque siempre hay bandos. Ya lo decía Maquiavelo, hay que tomar partido, si tus aliados pierden la guerra tendrás con quien lamerte las heridas y quien te arrope, y si ganan la guerra, pues eso, has ganado. No sé por qué, pero incluso antes de leer “El Príncipe” ya encontraba algo maquiavélico en esa necesidad estar ‘conmigo o contra mí’. Si guerrear es tan humano, me pregunto a veces de dónde he salido.
Ups, igual me he ido un poco por las ramas. En fin, que la ciencia básica es una disciplina más de las muchas que hacen que el mundo que vivimos sea como es, pero una disciplina que es en cierto modo víctima de su propio éxito, que es de la que se nutren todas las demás, y por tanto totalmente fundamental, que es tan omnipresente que resulta invisible y cuya supervivencia depende de que los científicos sepamos darle la visibilidad que merece. Sirvan estas palabras para sumarme a las movilizaciones que ayer 14J se celebraron por toda España en defensa de la investigación. Si los “trogloditas” curiosos no se hubiesen interesado por hacer un donut de piedra tal vez seguiríamos viviendo en cuevas. (la viñeta la he sacado de la web de Naukas.com)